Cada vez hay más mujeres calvas

A partir de los 45-50 años, perder cierta cantidad y sobre todo calidad de cabello, es algo que le ocurre a la inmensa mayoría de las mujeres. La menopausia provoca en esta etapa de sus vidas un desarreglo hormonal que repercute directamente en el pelo. Si esto no tiene importancia, padecer alopecia en la juventud, sí es alarmante, tanto por la causa física que se esconde detrás, como por sus consecuencias psicológicas. La incorporación de la mujer al campo laboral, la posibilidad de acceso a puestos de responsabilidad, y, en definitiva, la conquista de los derechos y las costumbres tradicionalmente masculinos, han contribuido a aumentar el número de cabezas calvas femeninas. Gracias a -o por culpa de- todos estos logros, la mujer ha entrado en contacto con una serie de factores que indirectamente favorecen la alopecia: el tabaco, el alcohol, una alimentación deficitaria e irregular, el estrés, la tensión, las preocupaciones, el insomnio... Si a todo esto unimos el boom del uso de lacas, tintes y productos de todo tipo para el pelo, no es de extrañar que cada vez haya más mujeres con problemas de calvicie dentro y fuera de nuestro país.



Alrededor de cinco millones de mujeres españolas, el 25% del total de la población femenina, pierden, entre los 25 y 40 años, más cantidad de pelo de lo que sería normal. Lo aceptable, para los expertos, es que se caigan de 60 a 80 pelos diarios, aunque en otoño y primavera la cifra es ligeramente superior. Según el doctor Del Pino, jefe del Servicio de Dermatología del Hospital de la Cruz Roja de Madrid, «cuando se trata de una pérdida de cabello localizada -pequeñas zonas del cuero cabelludo despobladas- normalmente se debe a una causa psíquica de la mujer, que esté atravesando una etapa de mucho stress o una tensión emocional. En estos casos, una vez superado el bache, el pelo suele renacer por sí solo, ya que el folículo piloso no está alterado». Mucho más problemática es la calvicie producida por una enfermedad o trastorno físico. Cuando esto ocurre, la alopecia afecta a zonas más amplias del cuero cabelludo, normalmente a la coronilla y parte superior de la cabeza.

La causa más común es un exceso de andrógenos, las hormonas masculinas; pero otras muchas circunstancias, como enfermedades tiroideas, carencia de hierro, alguna enfermedad venérea, una producción excesiva de caspa y grasa o una mala circulación periférica, pueden provocar la pérdida de cabello. Es bastante frecuente también la calvicie postparto; sin embargo, y aunque en ocasiones puede ser muy aguda, el cabello perdido se recupera fácilmente pasado un tiempo. Si bien el varón suele aceptar fácilmente su calvicie, muchas veces por considerarla algo normal e irremediable, la mujer la sufre con verdadera angustia. Para la psicóloga Concepción Pérez Salmón, el pelo, además de ser un incuestionable símbolo social, «es un importante atributo sexual, uno de los principales rasgos de diferenciación entre sexos. Perderlo implica la pérdida de la propia identidad como mujer, tanto por lo que se refiere al aspecto físico en sí, como por perder un importante factor de seducción».

Cuenta la doctora Pérez Salmón que en ocasiones mujeres con cáncer que han tenido que ser tratadas con quimioterapia y han perdido el pelo, han soportado peor la calvicie que la enfermedad en sí, que desde un punto de vista objetivo es mucho más grave. La mujer calva vive su alopecia como una auténtica pesadilla, y puede llevarla a una verdadera depresión. Aislamiento, inseguridad, indefensión, sensación profunda de pérdida... son sentimientos y situaciones normales. La mujer huye de la imagen que le devuelve el espejo cada vez que se mira en él, que no se corresponde con la que tiene ella de sí misma. Pero además, huye de la presión social. No es nada nuevo la importancia que la sociedad actual le concede al pelo.

Muchos son los ejemplos que a lo largo de la historia podemos encontrar, en los que, de alguna u otra manera, el cabello ha tenido gran relevancia. La melena de Sansón, por ejemplo, era nada menos que la esencia de su fuerza; en los años 60, los hippies dejaron crecer sus pelos como signo visible de sus protestas; Cleopatra les daba a sus cabellos los mayores mimos para que conservaran toda su belleza. Cuando la caída del cabello es moderada y no hay despoblamiento, el tratamiento es a base de lociones y vitaminas (en especial la B). Para el doctor Del Pino, «lo ideal es atajar la calvicie lo antes posible. Hoy existen lociones que, aunque de resultados más bien pobres y lentos, aplicadas a diario sí son efectivas».

Si la caída es importante y hay un ligero despoblamiento, la sustancia más efectiva de las conocidas hasta el momento es el Minoxidil. Con ella se obtienen muy buenos resultados, pero no hay que pensar en esta loción como si fuera mano de santo para todas las mujeres calvas. Además, está contraindicada en algunos casos, como por ejemplo, en las pacientes con problemas cardiovasculares. «Este tratamiento suele prescribirse en dos curas anuales de unos tres meses de duración cada una», explica el doctor López-Bran, especialista dermo-capilar. «Durante las cuatro primeras semanas de aplicación la caída se acentúa.

Después, en el 90% de los casos se normaliza, y pasada la octava semana el diámetro del pelo aumenta y el cabello crece con más fuerza». Sin embargo, este «milagro» tiene como contrapartida unos efectos secundarios no deseados: puede nacer vello en otras zonas cercanas al cuero cabelludo, como en la frente u otras partes de la cara. Con la interrupción del tratamiento este vello desaparece, pero se puede evitar que nazca si la solución de Minoxidil se prepara más rebajada (al 0,5 ó al 1%, en lugar del 2% habitual). Si la caída y el despoblamiento son notables, y no hay posibilidad de estimular el folículo, la única manera de recuperar el pelo es recurrir a los implantes y los transplantes capilares.

Atrás han quedado ya los primeros implantes con fibras artificiales que daban aspecto de pelo de la Nancy. Hoy se continúan implantando estas fibras, pero están muy perfeccionadas. Sin embargo, lo más nuevo que se está practicando -y con mucho éxito- son los autoinjertos, transplantes con pelo de la propia mujer tomado de otras zonas del cuero cabelludo, ya que la inmensa mayoría de las veces la calvicie no es absoluta. «El objetivo de esta técnica» -señala el doctor López-Bran- «es conseguir un reparto homogéneo y definitivo entre las zonas que no tienen pelo y las que están pobladas. Una vez terminada la intervención, que se hace con anestesia local, el pelo injertado vive y crece con total normalidad».

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