El subcomisario Amedo y las rubias

Ya se habrán fijado en que el espeluznante subcomisario Amedo estaba lleno de rubias por todas partes. Como pudo verse durante el juicio contra los policías Amedo y Domínguez, que a ver en qué termina, y como puede comprobarse todavía en los juicios paralelos sobre el GAL, hay un montón de rubias que pululan por la abigarrada biografía inguinal del estremecedor subcomisario como Pedro por su casa. Rubias que se alternan, se solapan, se suceden, se reciclan, entran y salen como si la ajetreada bragueta del horripilante señor Amedo fuese la puerta de un supermercado.

Pues bien: aparte de la prodigiosa capacidad del hemisferio sur del espantoso subcomisario, yo creo que lo más llamativo y paradigmático es que todas sean rubias, porque está visto que las rubias nos invaden, nos atrapan, nos trastocan, nos pierden. La españolaza morena, típica y tópica, eterna, ya no tiene nada que hacer. La prueba, bastante siniestra, es que hasta los amedos las prefieren rubias. Y los príncipes. Y los caballeros de Marta (Chávarri o Sánchez). Y cualquiera con un nínimo de capricho o ambición. De modo que España entera, de pronto, es una rubia peligrosa. Y si no, me dice la Susi, que se lo pregunten al pobre Michel. Porque ya está bien, según la Susi, de chuflearse de Michel.


Cuando la culpa de lo que pasó no fue de Michel. Fue de Valderrama, que es una rubia. Esos pelos, por Dios. Esa gigantesca maraña rubia, llena de tirabuzones salvajes. Eso es una provocación, caramba. Y la Susi dice que ella sabe lo que ocurrió: como Michel usa lentillas, seguro que las lentillas se le movieron, y de pronto vio aquella fascinante mata de pelo rubia danzando por el césped y se diría, demonios, ¿no es ésa Kim Bassinger? Y se lanzó. 

Porque a Michel lo que le gustan, como a España entera en estos tiempos, al parecer, son las rubias. Y Valderrama es una rubia, se mire como se mire. Y los futbolistas españoles no están acostumbrados a que en la Liga jueguen rubias. Repasen, repasen el vídeo del acontecimiento: Michel primero mira los bajos de la rubia y se queda atónito; vuelve a mirar y no da crédito; toca y queda transido por la incredulidad; retoca y la incredulidad le llega ya hasta el hipotálamo. Qué horror, exclamaría la criatura: esto es una básinger, esto es una bibí. Por cierto: que le midan el hipotálamo a Michel, exige la Susi, y verán lo gigantesco que lo tiene.


El que seguro que lo tiene microscópico, y encima rubio, es Valderrama. Habrá, pues, que combatir de alguna forma, dice la Susi, esta ola de rubias que nos invade. El país, el Gobierno, la Conferencia Episcopal, la prensa, el fútbol, todo está, como el curriculum pélvico del arrubiado subcomisario Amedo, lleno de rubias hasta los topes. Habrá que fumigar. Claro que, mientras tanto, teñidísima de rubio, júligan perdida, la Susi se me va hoy al fútbol con el yacutín, el dúrex y el carrete, a ver si hay suerte.

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