Plácico, Pavarotti y Carreras en su concierto hortera

En honor de Carreras, Domingo y Pavarotti, que dieron un concierto hortera y apoteósico el pasado sábado, penúltimo día del Mundial de Italia, los corrieres de la sera hablan de «la noche de los agudos más bellos del mundo». Estos italianos no saben lo que se dicen, según mi amiga la Susi. Para agudos, los de Solchaga cuando se puso caballé en la reunión del comité federal del partiprí y alborotó la platea. Bravísima como una callas de orgullo y de pasión, a Solchaga le estalló el sentimiento lamermoor y reclamó para su labor, en el informe de gestión, honores de gran diva. 

A Solchaga las cuentas no le cuadran ni a la de tres, y ni la Susi ni yo nos cansaremos de repetirlo, pero, como diría cualquier brunilda en trance nibelungo, chata, por presumir que no quede. Naturalmente, Txiki Benegas dio rienda suelta a su impulso kiritekanawa (anda, hijo, dice la Susi, «kas» que no te falten) y gorjeó que el informe es un primor, por mucho que Solchaga se desmelene cual traviata entrometida. Fue entonces cuando Solchaga dijo aquello tan butterfly de: «Si mi querido compañero Benegas no lo ve, yo no puedo llevar la luz a sus ojos». Sublime. 

Los melómanos mortales no nos can saremos de aplaudir. Por supuesto, no le llegó a la suela del zapato la muy empastada intervención de Luis Yañez, con su incurable afición a exponerse como guapa riaccarelli, y que volvio a largar, antigua como el picú, el aria del encontronazo. 

Así que reconocerán que la Susi tiene razón. Los agudos verbeneros de esos tres tenorcetes asilvestrados que igual destrozan cielitolindos que occiciornias son nada, puros ladridos, en comparación con los encajes de voz, afilados como puñales, que se marcan nuestros ínclitos felipecónsules cuando se sienten sopranos. Dramática y temperamental, quizás un poco gorda, pero nimbada por la plata santoral de su cabello (los arrebatos líricos son de la Susi, que conste), la imagen gorgoritera de Solchaga animando la quermés con el chorro de su voz, flagelando a los fígaros puritani con su solo protestón, basta para arrasar en el bel canto. 

Claro que tampoco se puede desmerecer la voz dulzaina, remanguillé y kiwi de Txiki Benegas, extasiada a las primeras de cambio en un tremolo sostenuto, un poco revenido como el dogma del partido, pero en cualquier caso muy conmovedor. Y ya puestos a jalear, apreciemos también en lo que vale, si es que vale algo, la matraca donnamobile de Luis Yañez que, a lo mejor, acaba descubriéndose a sí mismo. ¿No andábamos quejándonos de que el partiprí es una monserga japonesa en la que nadie levanta medio tono la voz? 

Pues aquí está Solchaga desgañitándose y desgañitando medeas en este guirigay de agudos. Que siga el espectáculo. Porque yo no sé si el felipismo, dice la Susi, entusiasmada, dará en arena de verona o en termas de caracalla. Ojalá. Pero ya es algo, beibi, que empiece a convertirse en una jaula de grillos.

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