La chica perfecta

Es un mito antiquísimo, una reliquia que ha sobrevivido desde Ovidio y su libro Las metamorfosis hasta hoy, aguantando carros y carretas: cuenta la mitología que Pigmalión fue un rey chipriota que se negaba a casarse si no era con la mujer perfecta. Vista la imposibilidad de su existencia, terminó creando una estatua, a la que puso de nombre Galatea, que se convirtió en humana gracias a las artes mágicas de la diosa Afrodita. En la cultura popular, especialmente en el cine, esta leyenda del hombre hacedor de su esposa se ha recogido infinidad de ocasiones: desde el pionero cineasta francés George Melies (1903) hasta Rebeca (Alfred Hitchcock, 1940), My Fair Lady (George Cuckor, 1964) o Pretty Woman (Garry Marshall, 1990). Mucho antes de estos ejemplos cinematográficos, el más representativo es el de la Eva bíblica, producto de una costilla de Adán. La fuerza de esta fábula es tal que no solo impregna toda la cultura occidental, sino que se ha convertido en una "ley del mercado". Asegura el doctor Luis Rojas Marcos que "la idealización de la mujer delgada está promovida por la industria de la belleza, controlada por hombres y que mueve miles de millones de dólares". Es decir, que aún hoy, miles de años después de la invención de Galatea por parte de Pigmalión, ellos dictan el ideal femenino.

La traducción de asunto tan clásico a la contemporaneidad hay que buscarla en los quirófanos. Reza Vossough, cirujano plástico británico afincado en Berlín (Alemania), eligió a su futura mujer, Cany, una chica absolutamente normal en la treintena, "por su potencial": solo tras ocho operaciones en el pecho, muslos, trasero, barriga, ojos, labios y frente a lo largo de cinco años y 1.600 gramos de silicona, (en total, una inversión de 26.300 euros), quedó satisfecho el doctor Vossough con su creación. Otro ejemplo: el estadounidense Harvey Austin fue reconstruyendo la cara de su mujer, Carol, a lo largo de una docena de operaciones. Todo empezó porque ambos querían lograr que ella tuviera los pómulos de la Linda Evans, de la serie Dinastía. Austin también operó a su madre (bolsas bajo los ojos), a su padre (lifting completo) y a muchos de sus amigos. De hecho, las aficionadas a las intervenciones estéticas (desde el bótox a palabras mayores) saben que la mejor manera de comprobar la pericia de un cirujano pasa por echarle un vistazo a su mujer.

CREADORES PATRIOS. Sin llegar a estos alarmantes extremos, nuestros protagonistas se ganan la vida proponiéndose como una mezcla de modernos pigmaliones, árbitros de la elegancia y sabios del buen vivir. Roberto Torretta llegó a España desde Argentina en 1972 y, desde entonces, no ha dejado de proponer y convencer con su estilo sofisticado y perdurable a mujeres como Carme Chacón, Ana Botella, Cristina Garmendia o María Fitz-James. Es un referente en la Pasarela Cibeles, la Semana de la Moda de Madrid, donde presentan sus colecciones desde 1998. Difícil hallar un hueco en la agenda de Marco Vricella, uno de los cirujanos plásticos más atareados del país, o en la de Martín Giacchetta, entrenador personal de las estrellas (suyo es el cuerpazo que se le ha puesto a la familia Bustamante) y autor del utilísimo Correr, tus pasos hacia el equilibrio (editado por Grijalbo). Y qué decir de Jesús Bejarano, por cuya peluquería madrileña (Next Imagen) y por cuyas manos han pasado prácticamente todas (peina tanto a las celebrities de los premios Goya como a ministras y ejecutivas) y todos.

Es imposible no caer en la tentación de verlos como pequeños Bbonapartes del buen gusto e imaginar a sus mujeres como una extensión, más o menos voluntaria, de su propia idea de la belleza. Culpemos de ello a la infalible fuerza del viejo mito. O al predominio masculino en la elite que define las tendencias estéticas. En nuestra Madrid Fashion Week, por ejemplo, las diseñadoras han venido siendo un fenómeno lateral (baño, lencería), minoritario (María Escoté, Ana Locking) o comercial (Kina Fernández, Juana Martín). Solo Agatha Ruiz de la Prada o Amaya Arzuaga han disputado protagonismo en creatividad y negocio a los hombres. No existen datos acerca de la proporción hombres-mujeres en la práctica de la cirugía estética, pero la impresión es que la balanza se inclina hacia ellos de manera abrumadora. De los 135 cirujanos plásticos que la Sociedad Española de Cirugía Plástica, Reparadora y Estética (Secpre) refiere como asociados de Madrid, solo 35 son mujeres. Otro tanto sucede en el top ten de los mejores peluqueros del país: el ranking está copado por nombres masculinos.

Ellos dictan, está claro. Pero, ¿obedecen ellas? Para los sociólogos, lo hacen (lo hacemos) a pies juntillas. De hecho, la mujer está prácticamente sometida a los dictados del mercado de la belleza y la moda determinados, a su vez, por hombres: "Las prácticas de consumo de la mujer no son espontáneas ni libres, actúan de acuerdo a las normas de respetabilidad que por un lado prohíben el consumo de alimentos y por otro permiten el consumo de bienes lujosos", analiza Vicens Borrás Catalá, profesor de la Universidad Autónoma de Barcelona, en su estudio Las desigualdades en el consumo a través del género. "Además, el consumo de determinados bienes de uso individual como la vestimenta y los productos de cosmética, pueden ser vividos más como una carga, como un trabajo, que como un placer, a partir del momento en el que se trata de un consumo de representación social del hombre", añade Borrás. Salvada la cuestión sociológica, hay que admitir que nuestras protagonistas serían unas inconscientes de no admitir el consejo de sus compañeros, verdaderos expertos en cada uno de sus campos. Y, aun así, es fina la línea que separa la decisión propia del convencimiento ajeno.

Lo cierto es que vistas las parejas (observen detenidamente las fotos), las uniones de ambos miembros parecen más que congruentes. Incluso coordinadas. Tal para cual. Carmen Etxebarría, compañera desde hace 35 años del diseñador Roberto Torretta, luce la serena sofisticación y la elegancia atemporal que predica su marido en cada una de sus colecciones. El cuerpo de Sonia Ferrer, madre de una preciosa niña de dos años junto al doctor Vricella, parece esculpido por un experto cirujano (¿acaso su propio esposo?), y lo mismo se puede decir del tipazo de Celeste Carasatorre, novia de nuestro entrenador de celebrities: rebosa la fortaleza y salud marca de la casa. Idéntica sencillez estudiada acompaña la naturalidad sin mácula de Jesús y Amparo, a dos años de su feliz encuentro en Rock in Río.

¿COMPENETRACIÓN O DICTADURA? "Yo parezco la mandona, pero a la hora de la verdad manda él", confiesa Carmen Etxebarría, empresaria (es propietaria de Berlín, la tienda de moda que revolucionó Madrid en los 80 y que ya se ha convertido en un clásico) y estrecha colaboradora de su marido. "A Roberto le debo un 50% de mi estilo. Él es más arriesgado que yo en todo, y cuando llevo algo impactante es porque él ha tomado decisión". "Carmen es una mujer clásica y yo le he dado algunas indicaciones o consejos para que vaya un poco más lejos; por ejemplo, la fuerzo a que use tonos más potentes", admite Torreta. Lo cierto es que ambos viven en una sana relación de competencia donde las tendencias son el centro de su tira y afloja diario, tanto profesional como personal. "Es cierto que discutimos. O, más bien, intercambiamos opiniones. Ella ve las colecciones desde una óptica más comercial y yo, más de pasarela. Ese contraste es buenísimo", explica el diseñador.

Según cuentan, son de esas parejas que se llevan el curro a casa: "Trabajamos juntos para la moda, de la moda y por la moda. Así que estamos constantemente en esa dinámica", afirma Torretta. "Carmen mantiene su criterio, pero me pregunta y me hace muchísimo caso. Igual le propongo un cinturón a la altura de la cintura pero ella lo prefiere a la cadera: yo salgo frustrado y ella, encantada", añade el modisto. Eso sí, la empresaria sabe de su talento y se deja aconsejar por su marido: "Él sabe muy bien lo que yo me puedo poner.... ". La pregunta del millón: ¿serían pareja si no compartieran de alguna manera su interés por la moda y cierto ideal estético? "No lo sé...", admite Torretta. "Quizá en ese caso no fuera tan importante la manera en que Carmen va vestida. De todos modos, es una situación que me cuesta imaginar: la competitividad que mantenemos hace el día a día tan interesante, y es tan productiva...", concluye.

De una pareja de largo recorrido a otra más joven (llevan seis años juntos) aunque muy consolidada y con una niña de dos años. El cirujano italiano Marcos Vricella (46 años) y la presentadora de televisión Sonia Ferrer (35) son la perfecta estampa de la pareja ideal. De hecho, lo fácil es pensar que el esplendor físico de ella se debe, al menos en parte, a las habilidades de él. O que es él quien insiste en hacer de ella una réplica de esa mujer perfecta que está acostumbrado a buscar en la mesa de operaciones. "Es muy incómodo que todo el mundo piense que seguro que me ha operado. Pues no, no me ha operado. En casa del herrero, cuchillo de palo, que se dice... No hace mucho me ha quitado tres lunares y me ha costado tres años que encontrara hueco para mí. Y muchas veces le digo que quiero quitarme la cicatriz de la cesárea, pero él opina que está fenomenal y que se borrará con el tiempo: será porque me la cosió él mismo", señala la presentadora entre risas.

"Es joven y guapísima, no necesita mi ayuda", se justifica Vricella. "A veces, riendo, se queja de que nunca quiero hacerle nada pero, en realidad, sabe perfectamente que soy muy objetivo y se fía de mi juicio", apunta el cirujano. Digamos que, en este caso, él es un dictador..., pero por defecto: "Por supuesto que hemos hablado muchas veces de mi trabajo y de los retoques que las mujeres suelen hacerse a lo largo de su vida. Siempre hemos estado de acuerdo en que, si algún día ella quisiese hacer algo, tendría que quedar un resultado muy natural, en línea con un ideal de belleza nada artificial", explica Vricella. "Le hago mil preguntas porque todo me produce curiosidad. Hasta dónde se puede llegar, qué se estropea con el paso de tiempo... 

Yo cambiaría muchas cosas, pero Marco me dice siempre que esto no es Lourdes. No soy contraria a la cirugía, pero siempre con control. No sé si por haber madurado o por estar al lado de Marco, pero el caso es que me he dado cuenta de que no es la solución a los complejos, ni mucho menos. Lo cierto es que ahora les doy menos importancia. Tiendo a usar menos maquillaje y a la naturalidad... Él me ha dado esa seguridad", revela Sonia Ferrer. "En vez de convertirme en una obsesa de la estética, me ha centrado. En realidad, Marco es bastante conservador, y por eso yo nunca me haría unos pechos o una boca desproporcionados", continúa la presentadora. Él confirma: "Para mí, la belleza ideal en una mujer es un conjunto de proporciones y simetrías, de feminidad y elegancia. Por suerte para mí, encuentro todas estas características en Sonia".

Sin embargo, la duda razonable acerca de sus atractivos físicos pasó por la cabeza de la presentadora cuando se conocieron: "En un principio no me alarmó ni me despertó ninguna curiosidad especial que fuera cirujano estético. Pero conforme fue avanzando la relación, no voy a negar que caí en la tentación de hacer recuento de complejos... De repente, tienes la extraña sensación de que, en vez de pensar en abrazarte, va a fijarse en lo que te operaría...".

UNA UNIÓN MUY FÍSICA. La historia de Martín Giacchetta (35 años) y Celeste Carasatorre (30) está más marcada por la afinidad que por la influencia. Argentinos exiliados en Madrid, ella aún posee un estudio de pilates en su país natal y confiesa que siempre le interesó el deporte, aunque quizá no tanto como ahora. Tras un año al lado del entrenador más popular del país, admite cierto influjo más que bienvenido: "Me ha enseñado a llevar una vida más saludable, básicamente en cuanto a la alimentación: equilibramos cuidado- samente hidratos, proteínas y frutas. Ahora soy más rigurosa, antes comía helados o chocolate más a menudo. También me he acoplado a la actividad física, aunque no hago tanto como él".

¿Se notan los cambios? "¡Claro! Noto su influencia en el aspecto físico: he bajado un poco de peso, he definido musculatura, he tonificado músculos... Además, es bárbaro estar con un entrenador porque no hay que planchar camisas, la vida es relajada y alegre y con menos estrés. No me da nada de pereza ni tengo presión por mantener cierta actividad física, aunque la verdad es que si estuviera con otra persona no haría nada de esto", explica Celeste Carasatorre.

"Mi idea de la mujer ideal se acerca mucho a Celeste", se congratula Giacchetta. "Alguien que comparte mi filosofía de vida sana y que no está contaminada por los valores del consumismo. Estéticamente, tengo la suerte de que siempre se cuidó. Es un poco mito eso de los entrenadores como dictadores del físico, parte del imaginario de la gente, no es real. Celeste puede tomar su vino o podemos compartir un helado cuando queramos. El deporte es salud, no obsesión. Un cuerpazo no se consigue con la obsesión sino cuidándose a lo largo del tiempo. No se trata de machacar, sino de habituarse a una vida saludable. No quisiera trasladar a nadie una obsesión, y menos a alguien a quien quiero mucho", asevera el entrenador personal.

FILOSOFÍA DE VIDA. "¿Se enamoraría Martín Giacchetta de una mujer gordita?", pregunto. "No me molestarían 7 u 8 kilos de más, pero lo que no me gustaría es el sedentarismo absoluto. Un sobrepeso de 20 kilos no sé si me atraería, pero se puede ser superguapa sin estar a tope", responde Giacchetta. "El deporte es una prioridad para nosotros, la elección de una filosofía de vida", concluye Carasatorre. "Y en ello basamos nuestra relación".

Jesús Bejarano (42 años), probablemente el peluquero que más estrellas peina, y su esposa Amparo Macías (35), directora de comunicación y marketing en una firma de cristal y porcelana de Bohemia, se influyen mutuamente: "Ella me aconseja en el área de la comunicación y yo en la estética, aunque me temo que yo soy bastante más rígido en mi criterio", admite Bejarano. "Hombre, yo tampoco diría que soy un pequeño dictador... Pero claro que opino e influyo, aunque siempre desde el respeto. Si tienes credibilidad, enseguida notas receptividad desde el otro lado". Efectivamente: desde la suavidad de los argumentos de peso, Jesús le ha cambiado el look a su esposa, que con gusto se ha "dejado hacer". "Sí, tengo plena confianza porque es uno de los mejores profesionales del país", asiente ella. "Él siempre me ha aconsejado ir más natural, o cuándo debo llevar un recogido. O qué peinado llevar con qué vestido. En general, me ha animado a que me arregle un poco más... Y yo me lo he tomado bien, porque ha sabido cómo decírmelo. Tiene mucha mano izquierda", apunta.

FUERA EL COLOR. "Creo que donde más he influido en ella es en hacer su estilo más sencillo", confirma él. "La verdad es que en cuanto vi una oportunidad de cambiarle el pelo, lo hice. ¡No tarde mucho en proponerle que se pasara por la peluquería! Desde la primera vez que la vi pensé que la podía mejorar: quitarle la enorme cantidad de color que llevaba y hacerle un rubio más natural y brillante".
¿Le gusta que su chica vaya siempre capilarmente perfecta? "¡No!", exclama. "En casa soy muy relajado y nada puntilloso, solo insisto cuando tenemos algún acto o una cita especial...". Menos mal: hasta los gurús del estilo descansan de vez en cuando.

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