Altura de Sigourney Weaver

Nos recibe sonriente. Es una criatura inteligente a la que los premios no alteraron su biorritmo. Ni se deleita en su condición ni admite que un relaciones públicas marque los tiempos de la entrevista. Sigourney Weaver (Manhattan, 1949) cuenta que últimamente la eligen para papeles que el guionista escribió con un maromo en la sesera. 

Acaso por su osamenta superlativa, los productores comprenden que Sigourney Weaver (Manhattan, 1949), la teniente que peleó con el peor bicho de cualquier galaxia (ver Alien, Ridley Scott,1979), añadirá a la testosterona de la escritura un toque distinto, especial. Y eso le gusta: «Quizá debiera de sentirme insultada, pero me lo tomo como un regalo. Muchos de esos papeles, concebidos en principio para mis colegas masculinos, son más interesantes. 

En la vida real, las mujeres hacen cosas duras, toman decisiones, mandan, y está bien poder interpretarlas». Nacida como Susan Alexandra Weaver, la actriz, famosa por sus interpretaciones en largometrajes como El año que vivimos peligrosamente (Peter Weir, 1982) o Cazafantasmas (Ivan Reitman, 1984), recuerda en persona a una Mercedes Milá menos histriónica pero igual de fuerte.

Charlamos porque estrena Luces rojas, el nuevo y esperado juguete de Rodrigo Cortés, el director español que puso bocarriba el mundillo cinematográfico con su primer proyecto, Buried (2010). Antes de acudir al plató, donde Cortés marca el compás con la actitud y el aplomo de un profesional curtido, Weaver se felicita por la oportunidad que supone trabajar a su lado. «Es bueno, muy bueno. Un director joven y talentoso, muy brillante, que ha escrito un guión asombroso. 

La gente se cree que por ser una actriz famosa recibes continuamente historias fascinantes, propuestas inteligentes, guiones memorables... Bueno, pues no es cierto. Por eso, cuando lees un trabajo como el suyo, sabes que estás ante una oportunidad única, especial, y tienes que aprovecharla.»

Compañera de estudios teatrales de Meryl Streep («Ya entonces daba gusto verla. Era, y es, una

actriz fabulosa»), es posible que en los inicios su cuerpo biónico le provocara abundantes disgustos, más que nada porque nunca la elegían para interpretar los papeles interesantes: «No daba, decían. Supongo que les imponía mi presencia y no eran capaces de clasificarme como la damita en apuros o la novia del héroe». Nada que no arregle un buen terapeuta y, sobre todo, la aquilatada experiencia que proporciona acumular una obra que va de Annie Hall (Woody Allen, 1977) a Gorilas en la niebla (Michael Apted, 1988) o La tormenta de hielo (Ang Lee, 1997). 

En Luces rojas interpreta a una científica que viaja a la caza y captura de embaucadores profesionales, cuentistas, magos, videntes y demás trileros. Sólo que Cortés ha reclutado para interpretar a su cínico y acorralado rival a Robert De Niro, otro gigante flechado con la escritura sabia y libre del español. «Fue muy divertido trabajar con Bobby. ¿Qué puedo decirte de él? Mmm... Esto: aparte de un actor deslumbrante es un hombre amable, meticuloso y elegante.»

Imposible, en cualquier caso, no preguntar por Avatar (James Cameron, 2009): «Fue un placer, de verdad, porque Cameron ha desarrollado una tecnología que te permite rodar ciencia-ficción sin necesidad de usar esos malditos fondos verdes. 

Supongo que para cuando hagamos la segunda y tercera parte, que en principio se harán seguidas, le habrá dado otra vuelta a los efectos y será un rodaje aún más orgánico, si cabe». ¿Y Wall-E? ¿Cómo fue la relación con la gente de Pixar? «Los amo. Su triunfo ha liquidado muchas ideas preconcebidas... 

Recuerda que la primera media hora es puro cine mudo, Buster Keaton o Chaplin, para un público que en buena medida no conoce aquel cine glorioso. Hay que tener muy claro lo que haces y por qué lo haces para rodar una película casi muda en la que has invertido cientos de millones.»

Aunque el éxito llegara de la mano del cine, Weaver nunca ha abandonado sus raíces teatrales. Casada con el director Jim Simpson, juntos mantienen y regentan el teatro Flea de Nueva York, un caliente potaje de ideas en el que se foguea cada año una jauría de jóvenes talentos. «De hecho», apunta al periodista, «sería estupendo si algún día pudieras pasarte por allí y ver alguna de las funciones. 

Están bien hechas, son arriesgadas y sólidas, y ofrecen la oportunidad de intuir quienes serán los grandes intérpretes del futuro.» Interpretes no sabemos, pero entre los directores elegidos parece claro que figurará Rodrigo Cortés, cuya Luces rojas es ya una de las películas más esperadas.

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