Clint Eastwood y sus declaraciones
Bird, antepenúltima y genial entrega de Clint Eastwood en su faceta de director, había inventado una justificada expectación ante Cazador blanco, cazador negro, que ha producido, dirigido e interpretado este tipo complejo y singular, capaz de expresar inmejorablemente el atormentado mundo de un Charlie Parker y de saquear con esquemático y ramplón estilo a los «westerns» más recordables. En esta ocasión, ha vuelto a conseguir una película, voluntariamente rara, dotada del aroma que distingue al viejo cine de aventuras, realizada con inteligencia, pasión y compromiso. Clint Eastwood utiliza un guión y una novela de Peter Viertel que aborda la personalidad de John Huston y la gestación de La reina de Africa. El viejo dilema entre la experiencia vital y la creación artística, y sobre la imposibilidad de plasmar la realidad cuando no se la ha gozado y sufrido en la propia piel, está narrado por Eastwood con el tono de una declaración de principios y la sensibilidad de un hombre de acción.
El protagonista, un director cinematográfico que desdeña a la maquinaria comercial de Hollywood y busca escenarios exóticos que huelan a vida, a peligro y autenticidad, que se rebela contra el paternalismo de los colonizadores blancos respecto al mundo indígena y está empeñado en matar un elefante antes que su cámara imprima secuencias similares, tendrá que asumir sus contradicciones que provocan, antes de pronunciar la palabra: «Acción». En la posterior rueda de prensa, Eastwood ha demostrado que lo suyo no es la locuacidad y que no tiene tiempo ni ganas para teorizar sobre su cine.
Lo único ligeramente revelador que manifestó el actor y director fue que vio todos los documentales en los que aparecía Jolm Huston, y sintió que había una transmisión emocional entre la personalidad de ambos. Clint Eastwood admira el carácter del personaje de su película porque a éste no le da miedo entregarse al miedo y comprometerse hasta las últimas consecuencias con su obra. Por su parte, Peter Viertel aclaró que el propio Houston leyó la novela que recreaba algunos aspectos de su vida, le gustó, y le dio ciertos consejos para agregarle fuerza literaria, al mismo tiempo que reconocía la verosimilitud de su argumento. Lo primero que sorprende en Akira Kurosawa es su estatura cercana a los dos metros y absolutamente insólita en su raza en el Festival de Cannes ha volcado su respeto y su admiración en la hermética figura de este japonés que se expresa mediante el lenguaje universal de la creación de imágenes y sonidos, de la plasmación de historias épicas y de sus propios sueños.
El apabullante circo artístico, mercantil, frívolo y sociológico que supone este mastodóntico festival ha iniciado su 43 edición homenajeando a este cineasta clásico y exhibiendo su última, arriesgada, desigual y testamentaria película. Antes de la proyección, Bernardo Bertolucci, presidente del jurado, y un grupo de directores que triunfaron alguna vez en Cannes (Kusturica, Lumet, Scorsese, Soderberg) resaltaron la influencia de Kurosawa en su propio cine y la calidad artística y existencial del anciano japonés. Resultó más emotivo que folklórico, más sincero que previsible, muy bonito.
Los sueños de Akira Kurosawa, rodada gracias a la tenacidad, la influencia y el dinero de varios de sus admiradores americanos (Spielberg, Coppola, Scorsese), que convencieron a las compañías de seguros y a los capitalistas de que el autor de Dersu Uzala se encontaba en forma para afrontar una superproducción visualiza ocho sueños líricos, tenebrosos y premonitorios que han obsesionado ancestralmente a Kurosawa. Dotados todos ellos de una genuina belleza plástica, algunos alcanzan el mejor tono poético o sombrío, y otros se alargan innecesariamente o chorrean tesis demafado obvias.
La magia y los terrores que caracterizan la infancia de los niños hipersensibles, la crueldad y el horror que lleva implica cualquier guerra, el universo febril de Van Gogh, la supervivencia en la naturaleza hostil, la contaminación radiactiva, la cercanía del Apocalipsis, la defensa ecologista, son los temas que desarrolla Kurosawa con resultados irregulares. Sería cómodo y placentero babear en cada exquisito plano y en cada solemne idea de esta película, pero yo he estado a punto de quedarme frito de somnolencia en algunos momentos de estos transcendentes sueños.
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