El deporte y la moda van íntimamente unidos
Primero fueron las sufragistas feministas que, reclamando la igualdad de derechos, se lanzaron locamente a conducir automóviles y practicar deportes en público, para lo cual tuvieron que adecuar sus ropas a una vida nueva, en movimiento. El modisto Paul Poiret comprendió antes que nadie que liberar a las mujeres del monstruoso corsé era una acción más que política; era una ofrenda formal, desde el trono de la Alta Costura, de libertad y vida al aire libre. Coco Chanel se aprovechó con lucidez de las carencias provocadas por la Primera Guerra Mundial, y fabricó para sus cuentas ropas confeccionadas en tejido de punto, una materia robada al mundo masculino-deportivo-militar.
Por vez primera, las mujeres se calzaban pantalones y se cubrían con anchas camisas; y salían a la calle vestidas para correr, saltar, o simplemente, andar. Desde entonces, el deporte se ha ido encontrando en su perfecto espejo del mundo de la moda. Modistos y fabricantes han promocionado y vendido a miles los estilos marinero, ecuestre, tenista o motociclista, entre otros.
El cine también se hizo eco de este fenómeno: James Dean se rebelaba calzando botas de montar de «cowboy», vaqueros y camiseta; Marlon Brando se hizo famoso con el cuero negro de los motociclistas auténticos; Ava Gardner se vestía de amazona, y Katharine Hepburn, de tenista o jugadora de golf. En los 80, la obsesión por el cuerpo, la vida sana, o el erotismo atlético, y el horror que las nuevas generaciones sienten por el envejecimiento del cuerpo ha provocado una auténtica revolución en las formas de vida de millones de personas. El jogging y el aerobic son gestos tan cotidianos como lavarse los dientes.
El cine también se hizo eco de este fenómeno: James Dean se rebelaba calzando botas de montar de «cowboy», vaqueros y camiseta; Marlon Brando se hizo famoso con el cuero negro de los motociclistas auténticos; Ava Gardner se vestía de amazona, y Katharine Hepburn, de tenista o jugadora de golf. En los 80, la obsesión por el cuerpo, la vida sana, o el erotismo atlético, y el horror que las nuevas generaciones sienten por el envejecimiento del cuerpo ha provocado una auténtica revolución en las formas de vida de millones de personas. El jogging y el aerobic son gestos tan cotidianos como lavarse los dientes.
Imperceptiblemente, esas actividades tan prosaicas han abierto las puertas a un mundo utilitario y pragmático que ofrece una vestimenta especializada, pero universal. Es tan inmensa la mayoría que la consume, que su mimetismo estético se ha apoderado enteramente de la calle. El chándal se lleva para hacer la compra, el short de atletismo soluciona el verano, los pantalones de montar dan un toque de elegancia británica, las camisetas se usan como el Kleenex de usar y tirar, el vaquero sirve hasta para bañarse y las «chupas» de motociclismo son el pedigree de muchas tribus urbanas. Mención aparte se merecen las camisas Lacoste, inventadas en los años 30 en honor del «cocodrilo» campeón de tenis René Lacoste, y que son las prendas más llevadas y copiadas del mundo.
Les siguen, en el ranking de la masificación deportivouniversal, las zapatillas de atletismo Nike, Converse, y Reebok, además de cientos de marcas locales. Nada tan universal como el deporte para hacer de la moda el espejo de una sociedad masiva, sin fronteras y sin edad, que busca la juventud eterna.
Les siguen, en el ranking de la masificación deportivouniversal, las zapatillas de atletismo Nike, Converse, y Reebok, además de cientos de marcas locales. Nada tan universal como el deporte para hacer de la moda el espejo de una sociedad masiva, sin fronteras y sin edad, que busca la juventud eterna.
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