Boicot a la carne de Argentina

Cualquier argentino afincado en Madrid que estos días recibe la llamada o la visita de un periodista sabe ya antes de que abra la boca la pregunta que le van a formular. De hecho, ese talento para leer mentes se ha hecho extensivo prácticamente a todos los vecinos de sus barrios y a los clientes de los negocios en los que trabajan. 

Este colectivo, formado por 43.355 personas residentes en la región, se desayuna, come y cena desde el martes con los ecos de la decisión de la presidenta de su país, Cristina Fernández de Kirchner, de nacionalizar la petrolera YPF, filial de la española Repsol. Y la cuestión que plantean los medios de comunicación, para la que de momento sólo tienen una respuesta embrionaria, es si temen que se materialice contra ellos ese boicot a Argentina que se promueve desde diversos foros y redes sociales. 
¿Es el fin de la carne a la parrilla, las empanadas, los alfajores y el mate procedentes de la república con bandera blanquiazul? 

«En principio, no creo que nuestra clientela vaya a ser reticente con este aspecto», aventura Javier González, gerente de la cadena de restaurantes De María, que acaba de abrir su octavo establecimiento en la Comunidad. «Algún amiguete nos ha hecho la típica broma, pero por suerte, al menos de momento, el trabajo ha sido totalmente normal», añade. 
De producirse el mentado boicot, «seguramente, se hará por la efervescencia del momento», analiza Marta Cruz, responsable de la empresa productora e importadora de artículos gastronómicos La Franco Argentine, que inauguró su tienda madrileña de la calle Conde Duque en 1995. 

Y lo dice con conocimiento de esta causa: la sede que la multinacional tiene en La Coruña amaneció el martes pasado con una pintada en la fachada en la que se venía a insinuar con una palabra gruesa que Kirchner tiene la misma profesión que las mujeres que hacen la calle en Montera. 

«El conflicto institucional entre Argentina y España no se está manejando bien por ninguna de las dos partes y, además, llega de manera confundida al público», considera Cruz, que entiende que en todo caso los actos vandálicos los promueve «gente desubicada» que, asegura, nada tiene con el problema en sí. Su conclusión es que los dos gobiernos implicados han creado «una cortina de humo» para «ocultar otras cosas». 

Mientras tiene lugar esta conversación, una mujer española entra en La Franco Argentine de Conde Duque, con la misma naturalidad con la que podría haberlo hecho antes de que estallara el asunto de Repsol YPF, para llevarse a casa delicatessen del país. Los clientes que sí han hecho comentarios al respecto en la tienda, según los dependientes, han sido de «apoyo» y «ánimo». 

En Viajes Transfronteras, especializada en la gestión de vuelos rumbo a América del Sur, están «a la expectativa» de cómo evoluciona el conflicto. Tienen varias reservas de españoles que planean aterrizar en Buenos Aires en los próximos meses. «Creo y espero que no vaya a pasar nada», confía Juan Pablo Ortiz, responsable de la agencia situada junto a Plaza España. 

Donde ni se ha mencionado el asunto de la petrolera es en las clases de tango que imparte Beatriz Romero, profesora en la escuela El Conventiyo, en el distrito de Tetuán. «Aquí la gente viene para pasar un buen rato y generalmente no se habla de otros temas más profundos», argumenta, aunque confiesa que no sabe si esta crisis económica «afectará más adelante» al negocio. 

Bibiana Degli, presidenta de la Casa Argentina en Madrid, comenta al otro lado del hilo telefónico que, «hasta ahora», las únicas llamadas que ha recibido tras el anuncio de Kirchner han sido de la prensa, que, en su opinión, podría estar «inflando» el conflicto. Psicoanalista de profesión, su versión es que, «evidentemente, todos están expectantes por las repercusiones que pueda tener» la nacionalización de la compañía que preside Antonio Brufau. «Pero, al final, los argentinos y los españoles seguiremos conviviendo igual de bien que hasta ahora».

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