Decencia ante todo
Me pregunto si toreros, veedores, ganaderos y empresarios no saben las exigencias de cada plaza para embarcar los perros que embarcan para la Maestranza; si no saben siquiera lo que exige el reglamento y la decencia. A no ser que crean que los veterinarios son tontos y el público imbécil. Luego pasa lo que pasa: danza de corrales y mayorales a la carrera. Que no se fien porque el horno no está para rosquillas. España está quebrada, blanda de remos como los toros fofos de Torrehandilla, descastada y con la puntilla apuntándole al cerviguillo.
Y los taurinos sin enterarse; los toreros del G-10 pidiendo el oro y el moro y arruinando las inestables economías empresariales con no sé qué leoninos derechos de imagen. ¡Quién iba a decirme a mí, sindicalista militante y horizontal, en tiempos, que me vería defendiendo los derechos del empresario taurino! Muy mal deben de estar las cosas para llegar a ese contradiós.
Y los taurinos sin enterarse; los toreros del G-10 pidiendo el oro y el moro y arruinando las inestables economías empresariales con no sé qué leoninos derechos de imagen. ¡Quién iba a decirme a mí, sindicalista militante y horizontal, en tiempos, que me vería defendiendo los derechos del empresario taurino! Muy mal deben de estar las cosas para llegar a ese contradiós.
Va a haber gresca y suenan vientos de fronda. Y el último que salga que apague las luces de los mortecinos vestidos de torear. Mortecinos, los brillos de Rivera; mortecinos y apagados del todo los brillos de El Fandi y los de El Cid, en los primeros toros; el sobrero de Montealto flojeó menos que el titular; fue El Cid el que blandeó. En el quinto se aproximó un poco a su toreo genuino.
Alguien podía echarle imaginación expansiva de exportación a la Fiesta amenazada; por ejemplo planear temporada en China, en Japón, Australia o los usacos donde daría igual los toros reventados de pitones, reventados de remos e indigentes de raza. Excepción fue el sexto, un toro bien armado y difícil. Fortaleza de Fandi más que raza del toro. La palabra bravura se ha convertido en una palabra maldita objeto de Inquisición y sospecha de herejía. Los ganaderos que osen criar toros poderosos y encastados, a la hoguera: emplumados y con sambenito.
Alguien podía echarle imaginación expansiva de exportación a la Fiesta amenazada; por ejemplo planear temporada en China, en Japón, Australia o los usacos donde daría igual los toros reventados de pitones, reventados de remos e indigentes de raza. Excepción fue el sexto, un toro bien armado y difícil. Fortaleza de Fandi más que raza del toro. La palabra bravura se ha convertido en una palabra maldita objeto de Inquisición y sospecha de herejía. Los ganaderos que osen criar toros poderosos y encastados, a la hoguera: emplumados y con sambenito.
Ya no vale, ni siquiera como broma evocadora de nuestra infancia, la lección de historia de la que yo he abusado: «oscuro se presentaba el reinado de Witiza». ¡Pues anda que el reinado borbónico! Frágil y quebradizo el de Don Juan Carlos; evanescente y humo, por las trazas, el de Don Felipe y doña 'Leti'; y una ruina la monarquía taurina colegiada del G-10. Corridas como la de ayer acabarán con la poca afición que nos va quedando; pese a algunos destellos. No sigo demasiado de cerca la cuestión, pero creo que ayer había en el cartel dos toreros de la élite financiera y torera… ¿Y? Nada, o casi nada. Nos agarramos a lo mínimo y elemental como a un clavo ardiendo. No creo que este año veamos mucho a los borbones en las plazas de toros. Y eso es mala señal: por lo menos mala señal taurina. A lo sumo, la duquesa de Alba; y sólo cuando lidien Francisco Rivera y Cayetano Rivera, que no será mucho.
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